Vapor de Cádiz a Sevilla a través del Guadalquivir

Vapor de Cádiz a Sevilla por el Guadalquivir. Relato de un pasajero

La siguiente narración describe, desde el punto de vista de un pasajero, su travesía en el vapor de Cádiz a Sevilla, pasando por Rota, Chipiona, Sanlúcar de Barrameda, Coria y Gelves, probablemente a bordo del vapor Guadalquivir. Fue publicado en el Semanario Pintoresco Español, el 7 de marzo de 1843.

Vapor de Cádiz a Sevilla por el Guadalquivir

Hoy se hace con gran velocidad y cómodamente en los barcos de vapor, siendo muy grato por la multitud de pueblos y objetos de atención que se hallan en él.

El primero es la magnífica Cádiz; la majestuosa y pintoresca ciudad que parece una nave sobre las aguas, que si bien es lindísima en su interior, cual ninguna, quizás no lo es menos en su exterior, sirviéndole como de adorno la anchurosa bahía, desde la que se divisan, a flor de agua, las poblaciones de S. Fernando, Puerto de Santa María, Rota, Puerto Real, el Arsenal de la Carraca, y el Caño del Trocadero con sus arruinados almacenes y al lejos Medina Sidonia y Chiclana.

Doblada la punta de Candor desaparece este panorama gracioso, y lo primero que se halla a cuatro leguas escasas de Cádiz es el Convento de Regla y la Villa de Chipiona, que aunque pueblo pequeño, por estar como aquel situado a la orilla del mar y rodeado de campo, es halagüeño.

No así Sanlúcar, a 7½ leguas del emporio gaditano, porque por esta parte, a causa de hallarse bastante retirada de la playa , resulta triste, sin serlo interiormente, y porque el caserío por allí es muy feo y sucio.

'Cruzando el Guadalquivir' - Manuel Barrón y Carrillo · 1855 · Colección Carmen Thysssen-Bornemisza
'Cruzando el Guadalquivir', Manuel Barrón y Carrillo
1855 · Colección Carmen Thysssen-Bornemisza

En seguida está Bonanza, cuyos edificios modernos, que son la aduana y casas para sus empleados (hoy sin uso) son bonitos; pero por haberse fabricado a destajo son de poca duración, y por esa causa se arruinó la iglesia en los temporales de 1838. Lástima da que el muelle de cantería, tan moderno como los demás edificios, esté tan deteriorado.

En aquel sitio se halla también la antigua posada, que lleva el nombre del mismo punto, que es una rotonda.

Inmediato a la posada es el lugar donde paran todos los carruajes que conducen los pasajeros al vapor; y la diversidad de ellos, su carrera yente y viniente por la playa, así como la concurrencia de las personas para el embarque y desembarque y los distintos buques surtos en el río, hacen un vistoso cuadro que divierte a los pasajeros, y sirviendo como de respiro este corto tiempo de anclaje al que estuvo marcado; pues debemos advertir que aquí siempre da fondo el vapor tanto para recibir, cuanto para dejar pasajeros.

Este principio del río, llamado El Tablazo, es el mas ancho y menos ameno, pues al lado del norte, o sea su izquierda, solo se halla el coto nombrado de Doña Ana. Luego que se han andado dos leguas poco mas o menos, empiezan a ser las vistas mas interesantes a causa de que en las orillas del agua se encuentran piaras de diferentes clases de ganado que pastan en aquellas vastas dehesas.

A tres leguas de Sanlúcar está el sitio conocido por el Puntal, en el que empieza al Norte la isla mayor, la cual concluye en el canal Fernandino. Al Este, en lo interior, y frente á la isla, se ven las villas de Trebujena, Lebrija y las Cabezas de S. Juan. Al hallarse el barco paralelo con este pueblo da principio al N.O. la isla menor, que concluye después de pasado dicho canal. Este, llamado vulgarmente la Corta, se abrió hace muchos años para abreviar el camino, y ahorra sobre cuatro leguas.

Derrotero de Sevilla a Cádiz para el barco de vapor
Derrotero de Sevilla a Cádiz para el barco de vapor

Son infinitos los plantíos de árboles que se encuentran desde mas allá del centro del Betis, especialmente de naranjos, tan espesos que son unos verdaderos bosques; tan deleitosos, que embelesan al pasajero; pero lo que mas agrada es ver salir de entre ellos a las personas que siempre se presentan a la orilla a mirar los vapores; siendo muchas las que transitan por allí, ya a pie, ya en bestias, y ya conduciendo sus ganados vacuno, caballar o lanar que tanto abunda por ambos lados del río.

A cinco millas del canal y 3½ leguas de Sevilla, se encuentra el primero de los cuatro pueblos que están colocados a la orilla izquierda del río. Este es La Puebla: se halla sobre un pequeño bajocerro. Su situación lo hace bastante pintoresco, así por la inmediación al agua, cuanto por dos casitas en primer término, y un bosque de diferentes árboles y de bastante extensión que lo embellecen mucho.

Sigue Coria a una milla de distancia, lamiendo el río. Está en un llano bastante bueno y es muy vistoso. Gelves se encuentra a legua y media entre un arbolado bien repartido. El conjunto es sorprendente. Entre cada uno de estos pueblos, y el siguiente, se hallan en las orillas unas norias rústicas sumamente ligeras y graciosas.

El último de dichos cuatro pueblos es S. Juan de Aznalfarache ( conocido por Alfarache) a la distancia de media legua de Gelves. Está construido en un cerro, en cuya altura se halla el convento, y aquel defendido por un antiquísimo muro de figura circular.

Es villa sumamente vistosa por su situación y campiña, en razón a que desde el agua hasta la cima del monte está todo plantado de árboles y sembrado de hortalizas y semillas de un modo raro, puesto que la mayor parte del terreno es una verdadera escalinata, también circular, de suerte que parece imposible pueda sembrarse en esta clase de terreno con tanta igualdad; así es, que se presentan los árboles como si fuesen subiendo los escalones. Pocas vistan son tan agradables como la de dicha población.

El Guadalquivir a su paso por Sevilla, Manuel Barrón y Carrillo
'El Guadalquivir a su paso por Sevilla', Manuel Barrón y Carrillo · 1851
Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba

Divertidísimo es este tránsito por el río, y alegra al navegante; pero la alegría se aumenta extraordinariamente considerando que al cabo de media hora ya ha terminado el viaje en la encantadora Sevilla.

El que por primera vez descubre el torno de las delicias debe observar ante todo su lindo templete chinesco que contiene la máquina que extrae el agua del río para riego de este verdadero delicioso paseo, y se enajenará de placer dirigiendo su vista desde allí hasta más allá del puente.

Todo es grande. Todo pintoresco: verdaderamente perspectivo. Se descubre primeramente ese famoso plantel donde se encuentran los árboles tan unidos que no distan media vara de tronco a tronco en los más de los sitios, el cual, dividido por variadas, largas y alineadas calles, facilitan el paso entre tanta multitud de flores, especialmente rosas, que se pueden segar, y dirigen al paseante casi sin querer al templete, a la casa, al estanque y a la antigua fuente del abanico.

Surcar el Betis por esta parte con la velocidad que se marcha en los vapores casi no da tiempo a mirar tanta cosa como se presenta a la vista.

¡ Qué aspecto tan grandioso y pintoresco nos representa la magnífica fábrica de tabaco, la torre del Oro, el colegio de San Telmo, la bellísima Cristina, la ciudad con su gran catedral y altísima giralda, todo al Este, y al Oeste el barrio de Triana, y como cerrando el paso, el antiguo puente de barcas!

Estas dos orillas del Guadalquivir tan distintas y tan vistosas, la variedad de carruajes que transitan por la de Sevilla, las prensas oprimiendo los fardos de lana, la carga y alijo de los buques y últimamente la multitud de gente que se agolpa a las barandillas de los muelles o desembarcadero de los vapores hacen una vista tan variada y divertida que extasía al que llega.

El Vapor San Telmo, embarcando desde Triana.
El Vapor San Telmo, embarcando desde Triana
Realizó la travesía Sevilla - Cádiz entre 1885 y 1900

La primera vez que se entra por sus angostas y tortuosas calles, por ese gran laberinto, no agrada y hasta disgusta porque no se encuentra la regularidad, la blancura, la belleza de las casas, plazas y calles de Cádiz, aquel conjunto tan grandioso que la hacen la conocida por una taza de plata.

Pero al cabo de unos días ya gusta, pues se goza de lleno de sus magníficos paseos, se admira su grande y gótica catedral y tanto edificio sobresaliente, se recrea la vista con tanta infinidad de pinturas tan soberbias como encierra aquella vasta ciudad y se contempla tanta escultura sagrada como se expone en las calles a la veneración de los fieles en las hermosas procesiones de semana santa, que las nombran las cofradías.

La posición de Sevilla en un llano la hace más pintoresca, pues desde la Giralda se descubre no solo toda su campiña, sino una multitud extraordinaria de pueblos. Entre ellos se ven las ruina de la antigua Itálica, contiguas a Santi Ponce, y no podemos pasarlas en silencio. Si el forastero se alegra al llegar a la ciudad conquistada por el santo rey, recordando aquellas glorias de su nación y las proezas de tantos capitanes ilustres, al ver Itálica se entristece considerando lo poco que apreciamos las antigüedades de ella que a toda costa debieron conservarse.

¿ Qué hallamos pues en aquel sitio, tan célebre en otro tiempo? Lo primero un resto de rico pavimento mosaico, que cercado por tapias, hasta ahora poco ha servido sólo para guardar cabras. El circo donde lidiaban los gladiadores y fieras, tan destruido, que apenas se conocen sus gradas, y sus cuevas pueden llamarse intransitables. Los baños, que también estaban destruidos. ¿ Y qué más?

Nos alegramos haber visitado este sitio por tener el gusto de sentarnos donde los romanos se juntaban a divertirse con un espectáculo de sangre cual nosotros en una corrida de toros.

Por lo demás lo sentimos, pues no podíamos imaginarnos que se dejase desbaratar tan bárbaramente unos monumentos, que el conservarlos hubiera dado honor y un lugar muy preferente entre los hechos dignos de anotarse en la historia con letras de oro.

Concluimos, pues, rogando a los amantes de las artes que visiten a Sevilla con detención y ojo observador, que si bien encontrarán cosas que les choquen, también estamos seguros que las más les agradarán con estreno, porque hay mucho que admirar.

Primer barco de vapor de España. El San Fernando, 'fernandino' o 'betis'

Esperamos que la historia os haya gustado, pero ¿ sabéis cuál fue el primer barco a vapor que realizó la travesía Sevilla-Cádiz?

La Real Compañía de Navegación del Guadalquivir construyó el «Real Fernando», el primer buque mercante a vapor de España. 

Apodado también «el Betis» y «el fernandino», fue construido en los astilleros de Triana y botado en Sevilla en 1817 para dedicarse al tráfico fluvial entre la actual capital andaluza y Sanlúcar de Barrameda, según Ignacio Fernández Vial, perito naval, historiador, diseñador y constructor de barcos históricos a escala real, entre ellos la nao Victoria.

El 8 de julio de 1817 realizó su primera viaje, Sevilla-Cádiz, llevando a bordo a 97 personas. El «Real Fernando fue el tercer barco europeo de vapor en hacer una travesía marítima. El desplazamiento de Sanlúcar a Sevilla se recortó de los 8 días a pie a nueve horas en este barco de vapor.

Más información sobre el Real San Fernando aquí.

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